lunes, 12 de marzo de 2012

Pablo Neruda – Oda a Walt Whitman




ODA A WALT WHITMAN


Yo no recuerdo 
a qué edad, 
ni dónde, 
si en el gran Sur mojado 
o en la costa 
temible, bajo el breve 
grito de las gaviotas, 
toqué una mano y era 
la mano de Walt Whitman: 
pisé la tierra 
con los pies desnudos, 
anduve sobre el pasto, 
sobre el firme rocío 
de Walt Whitman.

Durante 
mi juventud 
toda 
me acompañó esa mano, 
ese rocío, 
su firmeza de pino patriarca, su extensión de pradera, 
y su misión de paz circulatoria.

Sin 
desdeñar 
los dones 
de la tierra, 
la copiosa 
curva del capitel, 
ni la inicial 
purpúrea 
de la sabiduría, 
 
me enseñaste 
a ser americano, 
levantaste 
mis ojos 
a los libros, 
hacia 
el tesoro 
de los cereales: 
ancho, 
en la claridad 
de las llanuras, 
me hiciste ver 
el alto 
monte 
tutelar. Del eco 
subterráneo, 
para mí 
recogiste 
todo, 
todo lo que nacía, 
cosechaste 
galopando en la alfalfa, 
cortando para mí las amapolas, 
visitando 
los ríos, 
acudiendo en la tarde 
a las cocinas.

Pero no sólo 
tierra 
sacó a la luz 
tu pala; 
desenterraste 
al hombre, 
y el 
esclavo 
humillado 
contigo, balanceando 
la negra dignidad de su estatura, 
caminó conquistando 
la alegría.

Al fogonero, 
abajo, 
en la caldera, 
mandaste 
un canastito 
de frutillas, 
a todas las esquinas de tu pueblo 
un verso 
tuyo llegó de visita 
y era como un trozo 
de cuerpo limpio 
el verso que llegaba, 
como 
tu propia barba pescadora 
o el solemne camino de tus piernas de acacia.

Pasó entre los soldados 
tu silueta 
de bardo, de enfermero, 
de cuidador nocturno 
que conoce 
el sonido 
de la respiración en la agonía 
y espera con la aurora 
el silencioso 
regreso 
de la vida.

Buen panadero! 
Primo hermano mayor 
de mis raíces, 
cúpula 
de araucaria, 
hace 
ya 
cien 
años 
que sobre el pasto tuyo 
y sus germinaciones, 
el viento 
pasa 
sin gastar tus ojos.

Nuevos 
y crueles años en tu patria: 
persecuciones, 
lágrimas, 
prisiones, 
armas envenenadas 
y guerras iracundas, 
no han aplastado 
la hierba de tu libro, 
el manantial vital 
de su frescura. 
Y, ay! 
los 
que asesinaron 
a Lincoln 
ahora 
se acuestan en su cama, 
derribaron 
su sitial 
de olorosa madera 
y erigieron un trono 
por desventura y sangre 
salpicado.

Pero 
canta en 
las estaciones 
suburbanas 
tu voz, 
en 
los 
desembarcaderos 
vespertinos 
chapotea 
como 
un agua oscura 
tu palabra, 
tu pueblo 
blanco 
y negro, 
pueblo 
de pobres, 
pueblo simple 
como 
todos 
los pueblos, 
no olvida 
tu campana: 
se congrega cantando 
bajo 
la magnitud 
de tu espaciosa vida: 
entre los pueblos con tu amor camina 
acariciando 
el desarrollo puro 
de la fraternidad sobre la tierra.



En: “Nuevas odas elementales”, Editorial Losada, 1955/56. 
Foto: Jmp, detalle de tapa.
Pablo Neruda (Ricardo Eliezer Neftalí Reyes Basoalto). 
Chile, Parral, 12 de julio de 1904 – Santiago, 23 de septiembre de 1973.

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